Una Fría Noche

La luna hace más negra la noche,
el chapoteo del barro en mis pies alargan el camino.
El recuerdo de la lluvia como abrigo
y el titilar de estrellas como reproche.
Sin detenerme de verdad, golpeo una puerta abierta,
brindo del vaso de un enemigo.
A mi salud, como en toda apuesta, me juego la vida,
quizás por saberla ya perdida.
Nos lleva a ese punto de seguir cuando ya no hay
camino,
a dar paso tras paso en el aire viendo alejarse el
¿límite del abismo?
¿Es amor o desamor? ¿Es costumbre o miedo al
destino?
Cuando el silencio es el más insultante cinismo.
Cuando un gesto duele como llaga al fuego.
Cuando es un ritual las dagas del recuerdo,
memorias de sentir amar, amor de ciegos,
y de repente, te encuentras sin lugar dentro de tu
cuerpo.
Ese mundo de tibias brisas que se vuelven infierno.
De besar la lluvia a parir océanos de lágrimas.
De ver tus sueños realizados como si fueran los de
un extraño.

Y llegas a tu hogar con la sensación de estar
partiendo,
ese libro que sobre tu piel escribes las páginas,
y gritas muy fuerte, y ni el eco llega, y piensas
«quizás todo ha sido en vano...»
Pago mi cuenta y una moneda de propina resuena
sobre la tabla,
ajusto mi sombrero, lloverá fuerte esta noche,
y el viento, aliado de mis malos recuerdos, no me
dará calma.
Me despido con una mirada, hay conversaciones que
no necesitan habla.
El cielo sin estrellas pero la luna deja ver su brillo
como broche,
Y entre la niebla del bosque, tu imagen acompaña
mi alma.

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